Había una vez un anciano granjero que vivía en un pequeño pueblo. Un día, su caballo escapó del corral y se fue corriendo hacia las colinas. Los vecinos, al enterarse de la noticia, se acercaron a consolar al granjero por su mala suerte.
“Es una desgracia que tu caballo se haya escapado”, dijeron, “ahora tendrás que trabajar más duro sin él.”
El granjero, sin embargo, respondió con calma: “Buena suerte, mala suerte, quien sabe.”
Pasaron unos días y, para sorpresa de todos, el caballo regresó a casa acompañado de una manada de caballos salvajes que había encontrado en las colinas. Ahora, el granjero no solo tenía de vuelta a su caballo, sino que había adquirido varios más.
Al enterarse de la noticia, los vecinos acudieron nuevamente y felicitaron al granjero por su buena suerte. “¡Qué fortuna has tenido!”, exclamaron, “ahora tienes muchos caballos para trabajar y vender.”
El granjero, una vez más, respondió con serenidad: “Buena suerte, mala suerte, quien sabe.”
Días después, el hijo del granjero intentó domar uno de los caballos salvajes y fue derribado violentamente, fracturándose una pierna en el proceso. Los vecinos acudieron nuevamente y expresaron su pesar por la mala suerte que había caído sobre la familia.
“Pobre de ti”, dijeron, “ahora tu hijo está herido y no podrá ayudar con las labores en la granja.”
El granjero, sin embargo, mantuvo su perspectiva tranquila y respondió: “Buena suerte, mala suerte, quien sabe.”
Unos días más tarde, un grupo de reclutadores militares llegó al pueblo buscando jóvenes para unirse al ejército. Al ver la fractura en la pierna del hijo del granjero, lo dejaron pasar sin reclutarlo. Los vecinos, al conocer la noticia, elogiaron al granjero por la buena suerte que habían tenido al evitar que su hijo fuera llevado a la guerra.
El granjero, siempre sabio y humilde, respondió una vez más: “Buena suerte, mala suerte, quien sabe.”
Así podríamos continuar la historia hasta no terminar. El relato anterior es conocido por muchos y me gusta porque ilustra bien lo que quiero tratar de explicar.
¿Buena suerte? ¿Mala suerte?
Viendo en retrospectiva podríamos encontrar diferentes acontecimientos en nuestra vida en donde hemos dicho: “que buena suerte” o “que mala suerte”. Ya sea que las hemos utilizado para describir la “suerte” de otra persona o bien, la nuestra.
Todos hemos tenido la experiencia de pasar por algo aparentemente “malo”, que luego de un tiempo se convirtió en algo bueno. Nuestra primer impresión en ese momento fue que no había mañana, que el mundo se venía abajo, es una sensación de desesperación, el no encontrar respuestas rápidas, pero… “después de la tormenta viene la calma”, reza el refrán popular.
En el post anterior siempre hay una primera vez, vimos como los males morales tienen su explicación en la libertad del hombre. Llamamos males morales a todo aquello que es causado por el hombre. Así como el ejemplo que mencionamos del choque entre dos carros, podemos mencionar otros: Que un médico se equivoque en su decisión quitándole la vida a un paciente, que alguien decida matar a otro porque si, o robarle cosas, o hacer trampa, todo el tema de las guerras, etc.
Todos los ejemplos anteriores y el último “error” que tuvimos (quizá pequeño), como le pasó a un amigo recientemente, tenía una cita muy importante, se le sobrecalentó el carro en el camino y terminó llegando tarde. A otro amigo, casi se le queda el carro a altas horas de la noche, esto por no hacerle mantenimiento y recorrerlo sin aceite en el motor. Todo eso es consecuencia de la libertad del hombre y no de Dios.
¿Por qué Dios no le quita la libertad al hombre?
Volvemos a lo que hablamos en el post anterior. Es una de las cosas que deberíamos de grabar en piedra para recordarlo cuando se nos venga la tentación de echarle la culpa a Dios, poniéndolo en el banquillo de los acusados: Que Dios sepa todo NO significa que lo sabe a nuestro modo.
Dios también tendrá sus designios, lo que no sabemos es cómo El encaja la libertad de todos los hombres en sus planes (somos seres limitados, no podemos conocer exactamente la sabiduría de Dios, es una realidad) y decir que Dios no existe porque yo no entiendo algo, es como decir que no existe la inteligencia artificial porque yo no la entiendo. Una cosa es tu inteligencia limitada y otra cosa es la existencia de la inteligencia artificial. Hay que separarlo.
En el fondo, lo que la gente entiende por el problema del mal, es responder a la pregunta ¿Por qué Dios no interviene para evitar lo que a mi juicio es un mal absoluto? La intervención que hace Dios ante el “mal” es lo que conocemos como milagros. Nos podríamos preguntar ¿Por qué Dios no hace milagros siempre? Durante su vida pública había muchas personas con males físicos: leprosos, paralíticos, ciegos, etc. Aun así, no curó a todos.
Porque a veces lo que yo pienso que es un mal absoluto, no es un mal absoluto, es un mal relativo. La muerte de alguien ¿Es un mal absoluto? Si se va al infierno, sí. Pero si se va al cielo, es un gran bien. Otra cosa es que a mí me haga falta esa persona. Pero que a mí me haga falta, no significa que se le haya hecho un mal a esa persona, un mal en sentido absoluto y estricto. Se podría decir que es una cuestión de reframing. La perspectiva del sabio (de Dios) o la perspectiva de una criatura que sólo se fija en su dolor. Obviamente si sólo te fijas en tu dolor, sentirás dolor, porque en eso te quieres fijar, no porque eso sea lo que realmente a sucedido.
“Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios” (Rm 8,28). Con esta cita bíblica me salgo un poquitín del esquema filosófico que he venido usando. Me gusta exponer más con la razón que con la fe porque todos pensamos, pero no todos tienen fe. La fe no la podemos adquirir por nuestras propias fuerzas, para obtenerla hay que pedirla a Dios. La razón proviene del pensamiento y la fe de Dios. Como decía San Juan Pablo II “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.” Es decir, que la fe y/o la razón nos pueden y deben conducir a la verdad.
Para los que aman a Dios, las cosas malas que les suceden Dios logra insertarlas en un plan de salvación. Por ejemplo, el pecado original… ¿Lo quería Dios? No, pero ¿Qué hizo? Lo insertó en un plan mejor… En conclusión, lo que si hace Dios es transformar lo “malo” en bueno.
Buscando un testimonio para reforzar el tema, me encontré en internet el siguiente: El lama me dijo que tenía que ir a Misa todos los días. Si ven el video hasta el final, se puede apreciar como Dios actúa, de un “mal”, saca un gran bien. Dios quizá no evita que existan esos momentos que a nosotros nos duelen, porque tendría que intervenir en la voluntad humana y eso Dios no lo va a hacer, ha dejado al hombre libre de verdad. Lo que si puede hacer con otras libertades es palear el mal. Con la libertad de las personas, ayuda a que el mal provocado por otros sea menor o se transforme en bien, eso sí es atribuible a Dios.
Dios el sumo bien hace que personas buenas actúen bien. Con el mal, deja que sucedan en el sentido que el mundo tiene unas leyes (creadas por El) que Él quiere y que en su sabiduría no siempre es necesario interrumpir… ¡Pero en su sabiduría, no en la nuestra!. Su sabiduría es mucho mayor y mejor que la nuestra, siempre.
¿Cuál es tu opinión respecto a la última contrariedad que te sucedió?