RELACIONES SEXUALES, UNA MIRADA 360° (PARTE 1 DE 2)

Hace unos meses tuve la oportunidad de estar en una conferencia que me explotó la cabeza. La impartió José Fernández Castiella, profesor de antropología filosófica de la Universidad Villanueva, de Madrid.

Una charla excepcional, donde habló de las relaciones sexuales desde el punto de vista filosófico y teológico.

A primera vista parece un tema más de religión que de razón, pero, todo lo contrario. Además, desde ambos frentes se puede encontrar la verdad.

Para los cristianos sería un error pensar que el matrimonio visto desde la perspectiva filosófica es diferente a la teológica. Como si por ser cristiano, ya la parte humana no contase o, por otro lado, como si Jesucristo al instituirlo como sacramento se hubiera inventado un “nuevo” matrimonio.

Si Jesucristo no hubiera venido a la tierra no habría bautismo. Con el matrimonio no pasa lo mismo, si Jesucristo no hubiera venido a la tierra sí habría matrimonio.

Transcribiré mis apuntes desde la perspectiva filosófica, es decir, sin mencionar a Dios. Viendo las relaciones sexuales como una realidad natural.

Este post es complemento al anterior, donde mencioné la importancia de conocer lo que significa estar en una relación para tomar decisiones que nos dirijan hacia la felicidad.  

 El comportamiento sexual humano

Existe una diferencia radical entre el hombre y los animales. Los animales se mueven por instintos, los seres humanos tenemos la capacidad de pensar, reflexionar… razonar.

Los animales funcionan por el olfato y cuando la hembra está en celo el macho la detecta y ya está, no se diga nada más. Todo acontece por instinto.

En los seres humanos eso no es así, en primer lugar, los hombres no funcionamos por el olfato, no “detectamos” cuando una mujer tiene su momento fértil. Si lo supiéramos no acontecería que habría relaciones sexuales.

Si un hombre va caminando por un centro comercial y hubiese una mujer en su momento fértil, la probabilidad de que haya relaciones sexuales es cero. Los seres humanos no funcionamos como los animales. 

En los humanos hay un instinto sexual, pero el instinto sexual no determina el comportamiento sexual. Lo que determina el comportamiento sexual es la decisión. Es decir, yo voy a tener relaciones sexuales con otra si los dos queremos, porque si solo uno quiere entonces es una violación. Además, se pueden tener relaciones sexuales, aunque ella no esté en su momento fértil, cosa que a los animales no les pasa. 

El comportamiento sexual humano no es primariamente para tener hijos. El que diga que el matrimonio es primariamente para tener hijos, se equivoca, es un error pensar así. Es verdad que el matrimonio es para los hijos, pero primariamente es para los cónyuges, es un tipo de relación.

Somos bienes relacionales

Mi identidad como ser relacional llega a su plenitud cuando puedo decir “Yo soy nosotros”. El matrimonio es el lugar en que se puede decir “Yo soy nosotros”. Yo que soy relación, me expreso a mí mismo y me tengo a mi mismo en la relación.

La relación en la cual yo me expreso y cuento mi vida mi mejor versión de la manera más plena es en la relación sexual. Por eso la sexualidad es una vía de identidad. En la sexualidad alcanzo mi plenitud porque me tengo en la medida en que me doy. Somos bienes relacionales y los bienes relacionales se tienen en la medida en la que se dan y otros lo reciben. Por ejemplo, la amistad.

Amistad vs Matrimonio

Si yo quiero ser amigo de Menganita le tengo que ofrecer mi amistad, pero no basta, Menganita la tiene que aceptar y sólo si ella la acepta entonces somos amigos. Por lo tanto, yo tengo amistad si doy mi amistad.

En lo más genuinamente humano como somos relacionales, yo me tengo a mí mismo soy en plenitud si me entrego y alguien me recibe. ¿Cuál es el ámbito de entrega y recibimiento por excelencia? El Matrimonio.

Hasta este momento no he mencionado nada de Dios, aún tengo puesto el sombrero del agnóstico.

Si el matrimonio es un lugar de plenitud, porque es el ámbito del tenerse a uno mismo cuando nos entregamos, de ahí se deduce que al matrimonio le conviene la unidad y la indisolubilidad.

Si me entrego y me han recibido eso solo puede ser exclusivo. Por eso el matrimonio se diferencia de una amistad porque la amistad acontece cuando voy a buscar mi plenitud y encuentro otros con los que comparto mi destino… gente de mi clase, gente de mi trabajo, gente que practica el mismo deporte, gente que le interesa la filosofía del matrimonio, etc. En ese contexto yo puedo encontrar amigos.

Tenemos diferentes “tipos” de amigos… amigos de aficiones, amigos de la infancia, amigos íntimos, etc. Los amigos no se prometen nada, somos amigos y ya está. La amistad continua porque la cuidamos.

La amistad no está institucionalizada, sin embargo, cuando la amistad acontece con la mujer a la que me quiero entregar y quiero que me reciba. Precisamente por el deseo de plenitud queremos vencer al tiempo, queremos que eso sea para siempre y ese para siempre que nos pide el deseo, necesita ser institucionalizado. A diferencia de mis amigos, si mis amigos cambian o si yo cambio pierdo la amistad.

Con el matrimonio, tenemos el “ingrediente” del enamoramiento. Me enamoré de ella, empecé a salir con ella, a cuidarla, a quererla, a darle cariño, … porque es así. Entonces el matrimonio se institucionaliza, porque no importando si ella cambia, sea como sea, voy a querer estar con ella, siempre.

La promesa en el matrimonio

Lo que hace la promesa es que transforma una relación “informal” en la institucionalización de una familia. Es decir, a partir de hoy porque nosotros así lo decidimos tú y yo somos nosotros.

El matrimonio es una institución y es institucionalizada por aquel que tiene palabra, no se puede casar el que no puede prometer… el mentiroso no se puede casar.

Se puede casar el que tiene la libertad de decir y cumplir. Por eso, la persona que miente es muy poco fiable para el matrimonio. 

De la persona mentirosa hay que tener cuidado porque si te promete que vas a hacer suyo o suya para siempre, pero es una persona que no tiene palabra, su promesa es papel mojado. 

Por lo tanto, el matrimonio es el acto de libertad por el cual se pronuncia una palabra que hace una institución.

Continuará… de momento, ¿Cuál es tu opinión sobre las relaciones sexuales?

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