SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ

Fue el domingo 23 de abril de 2023, jugando un partido de voleibol cuando me fracture un hueso por primera vez, específicamente la falange proximal del dedo meñique de la mano izquierda.

La forma en que sucedió fue chistosa, no me refiero al momento de la fractura sino a la forma en que se originó.

Iniciamos el partido ganando el primer set 25-18 contra un equipo fuerte. Era la primera vez que jugábamos contra ellos y nuestro cuarto partido de la liga nacional, recién ascendidos a la categoría más alta conocida como “la mayor”. El segundo set, ellos lo ganaron 23-25 y fue en el tercer set cuando pasó lo de mi fractura.

Da risa porque el tercer set no lo iba a jugar. El coach me había pedido que descansara, que repusiera fuerzas porque todo apuntaba a un partido largo y cerrado (tema de estrategia). Efectivamente, en la mente del coach “no” me había anotado en el listado que se entrega al árbitro al inicio de cada set. El listado sirve para que el árbitro lleve el control de las posiciones de cada jugador en cada rotación. 

Estaba en el área de la banca cuando el árbitro manda a llamar al coach y le indica que uno de los jugadores que había ingresado no aparecía en el listado, cuando el coach le pregunta al árbitro por el número que había colocado, este le responde que es el 7 (mi número de camisola). El coach se equivocó de número y volvió a escribir mi número en el nuevo listado, por lo que me mandó a llamar y tuve que ingresar de nuevo.

Fue un “despiste” del coach sin intención alguna de que siguiera jugando y más aún, que iniciara jugando en una posición no habitual porque la estrategia estaba hecha para otro esquema. En fin, inicié en una posición “incomoda”, siendo flexible y habituándome a la nueva estrategia empecé a jugar tratando de aportar mi mejor juego al equipo (algo “normal” que todo jugador se plantea al competir en una categoría de alto rendimiento).

Al cabo de una rotación, pasé al área de ataque (área cercana a la red) para bloquear debido a que el otro equipo tenía el balón con la posibilidad de atacar. Al primer intento en el que estuve mano a mano contra el rematador del equipo contrario le gané el punto, al siguiente punto le vuelven a armar la bola al mismo rematador y esta vez remata recto y no en diagonal como la vez anterior. Como es zurdo, provocó que la pelota se fuera ligeramente hacia mi mano izquierda topando mi dedo de forma frontal.

En el momento vi como mi dedo se había doblado hacia un lado, con mi mano derecha volví a enderezarlo a su lugar y automáticamente pedí mi cambio. En la banca me auxiliaron, me colocaron una venda especial que me unía el dedo con el anular para evitar movilizarlo, me coloqué hielo y regresé a mi casa.

La fractura me dejó el dedo inmovilizado por cuatro semanas y los siguientes días empecé con terapias para regresar la movilidad al cien.

Si Dios es tan bueno, ¿por qué permite el mal? 

Alguien podría opinar: “Si Dios es tan bueno, ¿por qué “hizo” que volvieras a jugar cuando ya te habían dicho que ibas descansar?”, “¿Dios intervino para que el coach se equivocara en la numeración, regresaras a la cancha y te fracturaras?”. Muchas veces caemos en el “error” de pensar así cuando nos pasa una contrariedad, le echamos la culpa a Dios por “quedarse” de manos cruzadas. 

Se han escrito bibliotecas enteras sobre el problema del mal y no se puede pretender que tratemos el tema aquí como se merece. Lo que haré es un reframing de la forma en que se puede ver lo aparentemente “malo” que pasa en el mundo. Ya sea que nos pase a notros mismos o bien, a otras personas.

Primero lo primero, sin entrar en temas teológicos o espirituales, es decir, sin usar la fe. Haciendo uso solamente de la razón podemos afirmar que Dios existe. Un ejemplo es el movimiento de un vagón. Si el vagón está en movimiento significa que hay otro vagón que lo está moviendo y este a su vez es movido por otro vagón, así hasta llegar a un vagón que tiene motor, el cual, provoca el movimiento de los demás. Por lo tanto, podemos concluir que el primer vagón al que nadie lo mueve es Dios; luego Dios existe.  

Otro ejemplo, es el hijo que es efecto de sus padres y éstos, a su vez de los abuelos y éstos de los bisabuelos y éstos de los tatarabuelos, y así sucesivamente. Cada causa es causa del efecto que le sigue, pero, a la vez, es efecto de otra causa anterior y es absurdo que se pretenda llegar hasta el infinito. Se concluye que esta primera causa es Dios; luego Dios existe. 

Además, hay un sólo Dios, no dos, tres o más. Si hubiera dos dioses igualmente poderosos, uno al lado del otro, ninguno de ellos sería supremo. No tiene sentido, si Dios existe, sólo puede ser uno. Por lo tanto, expresamos el concepto de Dios diciendo que es el Ser Supremo.  

Regresando al tema del mal y entrando con los “tacos” por delante, lo que sucede es que asumimos que Dios conoce el futuro porque para Dios el futuro ya pasó y como lo conoce, que mala onda que no hace nada para evitar el mal. Él sabe lo que va a suceder, pero no porque el futuro esté escrito, el futuro no está escrito ni para Dios, ni para nadie. El hecho de que el meteorólogo estudiando sus mapas sepa que lloverá mañana, no causa la lluvia. Es al revés. La condición indispensable de que mañana va a llover proporciona al meteorólogo la ocasión de predecirlo.       

Un ejemplo típico es el choque de dos carros. Cuando decimos que Dios es causa de todo lo que sucede NO estamos diciendo de que Dios es causa que los dos carros arranquen o de que Dios es causa de que esas personas “decidan” chocar, no es eso. Dios de lo que es causa es de que existan personas; de lo que es causa es de que existan personas inteligentes que usen carros; de lo que es causa es de que existan personas libres que se puedan saltar los semáforos o que puedan ir a una velocidad rápida o que manejen viendo el celular o que manejen en estado de ebriedad o un “combo” de ambas. En resumen, Dios es causa de que existan personas; es causa de que existan personas inteligentes y es causa de que existan personas libres. Ya si las personas provocan el choque, de eso ya no es causa Dios (no es su culpa), porque Dios no quiere los choques, no quiere nuestro mal, ni el de nadie.       

Pero ¿Dios lo sabe todo?, por supuesto que lo sabe todo, pero NO como nosotros nos imaginamos que lo sabe. Que Dios sepa todo NO significa que lo sabe a nuestro modo. ¿Cómo sabe Dios? nadie lo sabe, sólo Dios mismo lo sabe, cuando lleguemos al cielo le preguntaremos. De Dios sabemos más lo que NO es, de lo que es. Además, nuestra mente es finita, mientras que la de Dios es infinita. Es como si quisiéramos vaciar toda el agua del mar en un vaso, es imposible. De lo que si estamos seguros es de que Dios no sabe como nosotros nos imaginamos que sabe.  

El “error” es pensar en Dios como si fuera una criatura igual que nosotros. Pero el hecho es que no hay nada o nadie que merezca más ser objeto del pensamiento de Dios que Dios mismo. En conclusión, el mal es idea del hombre, no de Dios. 

¿Cómo actúa Dios respecto al “mal”?

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